Hace un siglo, quizá no hacía falta reflexionar sobre la definición de sentido común.
Hoy, en medio de tanta confusión discursiva, es necesario hacerlo. La
definición remite al conjunto de creencias, o proposiciones, que
benefician a la mayoría de una sociedad.
Sin entrar en cuestiones partidarias, pienso que hemos perdido el sentido común,
y no solo en el ámbito político. Está claro que la clase dirigente, que gozan de cierta exposición y privilegio, son
los grandes responsables. No obstante, nosotros, también tenemos un altísimo grado de responsabilidad en todo este
asunto.
Como siempre, no
toda la culpa es del chancho. Desde hace años, le dimos de comer a una
clase dirigente totalmente vacía. Aceptamos ese juego maquiavélico que
nos propusieron y que les permitió llevar adelante sus objetivos personales, que no fueron otros que acaparar riqueza y lograr perpetuarse en el poder; mientras la clase obrera esperaba, y espera; moría, y muere, aguardando mejores condiciones de vida, en todo sentido.
No esperemos
soluciones; comencemos a pensarlas. Es tiempo de que los telefónicos,
todos, exijamos a nuestros dirigentes que se muevan dentro del
Sistema. Ahora es el momento de votar.
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