Una cara sin tiempo. Un festejo sin razón. Una desigualdad malsana y esta sensación de injusticia. La búsqueda de un culpable, la facilidad para encontrarlo, el terror del espejo en el otro y la culpa que reemplaza la responsabilidad. De final el desamparo y la orfandad que se cuela en cada rincón. Una lectura amable de un domingo cualquiera. Un click en cerrar y el desayuno caliente. El merecido descanso y la tranquilidad merecida. Un refugio de la vida y una veña a la muerte. Que nos salgan alas si podemos rezando cada noche por nosotros y que ampare Dios al vulnerable que para eso lo creamos. Este cuento no tiene pasado, ni futuro, ni final. No sabemos si somos espectadores, cómplices o perpretadores. Acusa la vergüenza y martilla la razón. Si hay alguien que muere hoy para que vivamos eternamente el castigo será saberlo. Terrible paradoja saber que el día del niño es nunca siendo siempre.
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